Vietnam. Indochina. Una tierra verde, selvática, calurosa y húmeda. Una tierra misteriosa y combativa cuyos paisajes y culturas se presentan exóticas al ojo occidental invitando a recorrer sus caminos. Bien, que este país es uno de los destinos favoritos en el sudeste asiático y aunque no tiene ruinas fabulosas como Camboya tiene paisajes asombrosos y una historia moderna sumamente interesante.

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Pero claro, como turistas siempre somos la presa de alguien y aquí, dónde sobresalimos en cualquier calle o mercado, nos convertimos pronto en el objeto de deseo de todos los comerciantes. No hay que ser ingenuos entonces o como dicen por aquí, ga beo (gallina de los huevos de oro), pues las estafas son moneda corriente y los precios dobles (uno para los turistas, otro para los locales) también.  En general, los precios de las mercancías pueden ser el doble para el turista y lo mismo los cruces en barco o el viaje a la ciudad desde el aeropuerto de Hanoi: suele costar unos 7 euros (150.000 dong), pero al turista se lo cobran 280.000 o 300.000 dong. Carísimo.

¿Fraude? Pues más que eso la estafa al extranjero (vista desde nuestros ojos de turista) es parte de la cultura, tanto como lo es el regateo en los bazares árabes. Está bien, uno sabe que si está de visita siempre paga un poco más pero en Hanoi y otras ciudades vietamitas el aumento es bien descarado así que eso puede provocar molestias y enojos. Por eso, hay que regatear e imponerse un poco, ese es el consejo, siempre con una sonrisa pero bien firmes. Sólo así se los vietnamitas respetan las tarifas fijas de los servicios (tren, barco, taxi) y evitamos la sensación de ser visiblemente… estafados.